Con la segunda mitad del siglo XX llegaron nuevas tecnologías que modificaron la práctica secretarial. La aparición de las grabadoras de voz, seguida por las computadoras y procesadores de texto, redujo gradualmente la necesidad de tomar notas taquigráficas. Hoy en día, muchos directivos prefieren dictar a un dispositivo digital y luego transcribir con programas especializados.
Sin embargo, esto no significó la desaparición total de la taquigrafía. En contextos como los parlamentos, congresos y juzgados, los taquígrafos siguieron siendo necesarios, aunque auxiliados por grabaciones. Asimismo, muchas secretarias continuaron empleando la taquigrafía como un recurso personal para agilizar la toma de notas durante reuniones o llamadas.
En las últimas décadas, con la llegada de aplicaciones de dictado por voz, inteligencia artificial y asistentes virtuales, algunos consideran la taquigrafía un arte en extinción. No obstante, su legado sigue presente y su utilidad no se puede negar en situaciones donde la discreción, la inmediatez y la fiabilidad de la transcripción son esenciales.
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