El auge de la imprenta en el siglo XV despertó un renovado interés por los sistemas de escritura rápida. A finales del siglo XVI y principios del XVII, en Inglaterra aparecieron los primeros manuales modernos de taquigrafía. Entre ellos destaca el de Timothy Bright, quien en 1588 publicó Characterie: An Arte of Shorte, Swifte, and Secrete Writing by Character. Este sistema se considera el antecedente directo de la taquigrafía contemporánea.
Posteriormente, en el siglo XVII y XVIII, surgieron múltiples sistemas taquigráficos en Europa, cada uno con particularidades. El objetivo común era siempre el mismo: permitir la escritura veloz, ya sea para transcribir sermones religiosos, debates parlamentarios o juicios. El Parlamento británico, por ejemplo, comenzó a registrar oficialmente sus sesiones gracias al trabajo de taquígrafos profesionales, lo que consolidó la importancia social de esta técnica.
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