La palabra “taquigrafía” proviene del griego tachýs (rápido) y gráphein (escribir), lo cual ya revela su esencia: un método para escribir velozmente. Aunque la idea de abreviar palabras es tan antigua como la escritura misma, los primeros sistemas organizados surgieron en la Roma antigua.
Marcus Tullius Tiro, esclavo y secretario de Cicerón, es reconocido como el creador del primer sistema taquigráfico en el siglo I a.C. Llamado notae Tironianae, este sistema utilizaba más de 4,000 signos que permitían registrar discursos políticos, jurídicos y filosóficos de forma eficiente. Gracias a este método, hoy se conservan fielmente muchos discursos de Cicerón, que de otra manera se hubieran perdido.
Durante la Edad Media, los monjes copistas adoptaron variantes de las notas tironianas para registrar sermones, aunque con el tiempo su uso decayó por considerarse un arte esotérico y reservado. Sin embargo, la semilla de la taquigrafía ya estaba sembrada y renacería con fuerza en la Edad Moderna.
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